Mercado binacional genera RD$200 millones por día; ¿Cómo es el comercio en Dajabón?

Para la dinámica comercial, unos 15 mil haitianos ingresan al país los días de mercado, explica Santiago Riveron, alcalde de Dajabón.

Dajabón. El sol apenas comienza a calentar el puente fronterizo cuando el reloj marca las 8:00 de la mañana. Los primeros pasos cruzan desde Juana Méndez, en Haití, hacia Dajabón, en República Dominicana. Son haitianos —hombres y mujeres— que llegan a pie, en motocicletas o apretujados en la parte trasera de camionetas. Algunos vienen a vender, pero la gran mayoría llega a comprar. Así comienza un viernes en el mercado binacional, donde el comercio es más que un intercambio de bienes: es sobrevivencia, rutina… es una frontera viva.

La gran puerta de hierro que separa a ambos países se abre bajo la estricta vigilancia de soldados dominicanos. Del otro lado, una corriente humana avanza hacia los pasillos del mercado. Las voces se mezclan en creole, español y señas improvisadas. Es un lenguaje híbrido, forjado a lo largo de años de comercio informal, pero esencial.

Mercado binacional en Dajabón

Según el alcalde de Dajabón, Santiago Riverón, al mercado binacional cruzan cada día comercial —lunes y viernes— alrededor de 15 mil ciudadanos haitianos. Muchos vienen a abastecerse de productos básicos que luego revenden en su país. Esta actividad genera un importante flujo económico. El alcalde estima que en cada jornada se recaudan aproximadamente 200 millones de pesos, solo en concepto de operaciones dentro del mercado.

Dentro del recinto, la escena es pura energía: carretillas chirriantes cargadas de arroz, harina, aceite; motocicletas zigzagueando entre puestos improvisados; camiones esperando su turno para cargar cemento y otras mercancías. Hay prisa, porque el tiempo aquí es dinero. A las 5:00 de la tarde se cierran las puertas.

“Vengo a comprar para revender en Haití. Todo esto lo llevo de vuelta”, dice un joven mientras acomoda sacos sobre su carreta, sin apenas detenerse.

En este mercado no mandan los lujos ni los aparatos electrónicos. Aquí, los reyes son el pollo y los huevos. “Los haitianos los buscan mucho, porque los vendemos baratos. El cartón de huevos está entre 175 y 185 pesos”, comenta un comerciante dominicano, sentado en la parte trasera de un furgón, mientras despacha.

Pero para comprar en República Dominicana, los haitianos deben pagar en pesos dominicanos. Por eso, al llegar al mercado, muchos acuden primero a los cambistas —la mayoría también haitianos— que ofrecen sus servicios sentados en bancos improvisados, convirtiendo gourdes en moneda local. “La cosa no está buena, a veces uno hace dos o tres pesos al día”, dice uno de ellos mientras cuenta billetes con manos acostumbradas al cambio constante.

En medio del bullicio, emerge una dinámica de cooperación que ya es costumbre. Muchos negocios dominicanos contratan a haitianos como intérpretes o asistentes de venta. No se trata de altruismo, sino de eficiencia. “Ellos entienden a su gente, ayudan a vender más”, afirma un comerciante de ropa, mientras de fondo un haitiano con micrófono en mano anuncia ofertas para atraer clientes.

Fuera del mercado, la vigilancia es constante. Los haitianos pueden transitar dentro del circuito autorizado, entre el área de Aduanas y los pasillos comerciales. En cada entrada hay soldados apostados, atentos.

Al caer la tarde, el sol comienza a descender, el bullicio se apaga, y las carretillas regresan cargadas al otro lado del río Masacre. El mercado cierra sus puertas, pero no su historia. La frontera dormirá unas horas, para despertar de nuevo —puntual, urgente, necesaria— el próximo lunes.

En Dajabón, el comercio no entiende de muros ni discursos. Aquí, cada lunes y viernes, dos naciones se miran a los ojos y hacen lo que mejor saben: negociar, resistir… vivir.