Des-orden internacional (3/3)

Des-orden internacional (3/3)

Por Víctor Villanueva.-

Descalabro de la ONU: dilema del poder de veto.

El mandato suscrito para la Organización de las Naciones Unidas es tan simple como complejo: preservar la paz y seguridades internacionales, alejando el flagelo de la guerra a las venideras generaciones.

El Sistema de las Naciones Unidas se delineó tomando las bases del peso y contra-peso, en sentido de equilibrio entre las potencias vencedoras. Así se expresa en el artículo 27 de la Carta de San Francisco, al establecer, que para los asuntos no procedimentales de las decisiones del Consejo de Seguridad, se requiere del voto afirmativo de nueve de los 15 Estados miembros, incluyendo el voto afirmativo de todos los miembros permanente.

Es decir, que tanto Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido, han de consensuar cada cuestión para sus decisiones. Acá el sustento de la regla de la unanimidad de las grandes potencias. Erigiéndose así un selecto círculo de países que afianzan y despliegan sus intereses geopolíticos amparados en que jamás serán sancionados por dicha instancia, no importa el nivel de la atrocidad que auspicien directa o indirectamente.

El veto no solo se expresa en las cuestiones de quebrantamiento de la paz y seguridad internacionales, ni por cuestiones de guerra. Por igual, se aplica en aspectos que por momento salen del foco del análisis de los tratadistas internacionalistas. Por ejemplo, la elección del secretario general de la ONU; o la elección de los jueces de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), elegidos éstos, en esencia, acorde al sistema jurídico que representan.

Todo el sistema de la ONU tiene el predominio de este eje político. Desde 1945 a la fecha, unas 323 ocasiones han sido aplicado el poder de veto. Rusia en unas 160 ocasiones; Estados Unidos en más de 90 cuestiones; Reino Unido en más de 30, la mayoría en consonancia con los Estados Unidos; China en unas 21 decisiones; y, Francia en al menos 16 votaciones.

Este histórico revela un sentido de correlación de intereses entre sí. Pero, grafica también un incalculable pasivo resolutivo de cuestiones relevantes para el orden mundial, que lo tendencioso a los intereses sobrepuestos, han impedido algún tipo de decisión amparados en los principios rectores de la Carta de la ONU.

El veto tiene su razón fundamental situado en su institución predecesora, como señalé en la entrega primera. El poder de veto ha equilibrado los intereses políticos internacionales entre estas potencias. Ha evitado que las sanciones internacionales facultadas por el capítulo VII de la Carta ONU, se correlacionen a intereses tendenciosos.

Ahora bien, todo sobre un pasivo referencial que cada vez lleva a la inoperancia, a la no representatividad y a cuestionar la razón de existir de dicha entidad multilateral. Y es que en toda ocasión que se veta una resolución, es sobre intereses directos de aliados que involucran a una de estos Estados miembros permanentes.

En unas cuatro ocasiones, todas contra Rusia a promoción de Estados Unidos (Corea, 1950; crisis de Suez, 1956; invasión soviética en Afganistán, 1980; y, guerra en Ucrania, 2022), la Asamblea General de la ONU ha tomando de base la jurisprudencia derivada de la Resolución 377 A (V), la cual, tras la parálisis por vetos de la entonces URSS sobre la situación de la guerra de Corea en el 1950, la Asamblea fue convocada a una reunión extraordinaria de emergencia para decidir sobre la cuestión. El sustento legal se basa en los artículos del 10 al 14 y el 35 de la Carta de la ONU.

Hemos construido un club de potencias vencedoras cuyas reglas universalmente aceptadas, no le son oponibles por la fuerza del veto. Las normativas y jurisprudencias mundiales no le aplican aún sea en ámbitos nucleares para preservas la especie humana. Todo está dominado por lo geopolítico. Lo geopolítico lo justifica todo.

Mientras, la ONU languidece por su propio pragmatismo de las potencias vencedoras, en un sistema instaurado hace 80 años, que ni a éstos representa ya. Están vetando a las futuras generaciones de una sociedad internacional humana, en paz, en prosperidad.

Tercera Guerra Mundial: realismo.

El modelo del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial involuciona. Está tendente a quebrarse. Las alternativas en sustitución pasan por teorías e iniciativas tan diversas como inciertas.

Las relaciones internacionales se recrean entre debates de si estamos en un mundo apolar, bipolar, multipolar; sobre las teorías del realismo, liberalismo, constructivismo, neorealismo-institucional y etc.

No cabe dudas de que navegamos sobre los lineamientos de un realismo puro y duro. La multilateralidad como autoridad institucional común ya no existe o es totalmente ineficaz. Hemos vuelto a la figura del Estado como actor central de las actuaciones en el orden internacional, movidos por sus intereses individuales.

El poder y la seguridad graficado desde lo económico y militar constituye en el sentido único para la existencia de las potencias nucleares dominantes. Lo único constante es la existencia de zonas especificas de conflictos bélicos, como parte de una injustificable e inaceptable normalidad.

Todo en nombre del “yo superpotencia nuclear”, que muevo fichas en el gran tablero mundial como señaló Brzezinski, para en nombre de ´mi ego impoluto´ se destruya todo menos nuestra ´razón histórica´ individualista y personalista.

La justificación para una Tercera Guerra Mundial se va sirviendo sobre la mesa. Todo sobre el objetivo, por un lado, de evitar al precio que sea, que durante el Siglo XXI Estados Unidos siga siendo la potencia hegemónica. Y por el otro lado, de sustituir a los Estados Unidos. En prima fase, distribuido entre lo multipolar; para el Siglo XXII, si existe la humanidad, ser el nuevo hegemónico centrará el debate.

En un encuentro con el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano, celebrado en enero del 2024, el Papa Francisco afianzó un planteamiento que ya había enunciado en ocasiones diversas. Vivimos una “tercera guerra mundial a pedazos” y que “se está transformando en un verdadero ‘conflicto global’”. Conflictos diversos en Medio Oriente, África, Asia, Europa, Latinoamérica, tienen detrás el interés geopolítico marcado por alguna potencia nuclear y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Bloques se enfilan en promover una multipolaridad que occidente no permitirá. Ese trecho implicaría saborear la atrocidad de la guerra.

La proliferación nuclear, capacidades armamentistas y evolución tecnológicas de las potencias, haría impredecible las consecuencias para la especie humana y todo el planeta.

¿Estamos por vivir un desenlace bélico a escala planetaria por primera vez en la humanidad? Rusia y China lideran la contestación a Occidente, a los Estados Unidos. Las ideologías económicas han quedado en el antaño romántico de visiones de poder sustituida por un pragmatismo de dominios de dinámicas, financieros, comercio y puntos geoestratégicos, teniendo a la evolución tecnológica como un reciente empeño.

A Albert Eistein se le atribuye sentenciar, pero aplicaría enunciarlo, que: «no sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras».

_________________

El autor es abogado internacionalista por la Universidad Complutense de Madrid.-

Santo Domingo, República Dominicana.