Des-orden internacional (2/3)

Des-orden internacional (2/3)

Por Víctor Villanueva

Dominio económico Vs choques ideológicos

Promulgada la Carta de las Naciones Unidas, el 24 de octubre de 1945 tras la ratificación de 51 Estados miembros, entre éstos la República Dominicana, quedó así instaurada una organización de vocación planetaria, base de una nueva y aún existente multilateralidad suprema a los regionalismos; punto de partida para un nuevo orden internacional.

Las potencias vencedoras a seguidas se centrarían en el predominio geopolítico, comercial y financiero. Proliferarían dilemas entre corrientes de pensamientos, teorías e ideologías, acerca de las acepciones de la economía, el bienestar común y dominio de clases. Capitalismo o comunismo; prioridad al mercado o al individuo; marxismo, lenilismo o Friedman, Keynes.

Colectivamente se asimiló la superación definitiva de la atrocidad de la Segunda Guerra Mundial como camino único por el bien colectivo. Se impulsó la reconstrucción de Europa; la recuperación económica de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido; el crecimiento económico fue causa común en el aspiracional de los Estados, mediante el desarrollo de grandes industrias, infraestructuras públicas, aumento del PIB mundial; se expandió la clase media y su empleabilidad generando capacidad de consumo; el estado bienestar fue abrazado por las poblaciones del mundo libre.

La expansión del capitalismo se constituyó en el objetivo centrado de los Estados Unidos, imponiendo el dólar como moneda de referencia para las transacciones de las mercaderías internacionales. El liberalismo económico se constituyó en el credo ideológico viabilizando la expansión de sus poderosas multinacionales en rezo al comercio exterior.

Al otro lado del tablero del ajedrez lo lideraba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Su ideología económica se planteó desde la cosmovisión del socialismo, como antítesis en el antagonismo al capitalismo puro y duro.

Como analizamos en la primera entrega de este artículo seriado, la URSS de Iósif Stalin, participaron protagónicamente en crear un predominio vencedor de la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de desterrar a la Alemania de Adolf Hitler. Inclusive, la URSS participó y aportó capital en la creación de los mecanismos financieros establecidos en las instituciones Bretton Woods.

Pero la visión económica de la URSS de entonces no participó del diseño fáctico de dichos mecanismos del financiamiento del desarrollo mundial. Por ejemplo, el patrón oro-dólar, hasta el conflicto de Vietman en el 1971, constituyó el predominio económico estadounidense en la bonanza pos Segunda Guerra Mundial y fueron cánones fijados en el diseño de esas instituciones sin incidencia soviética en lo conceptual.

Esto creó la polarización entre Occidente y Oriente. Superado la guerra lo económico era la jugada siguiente. Los actores y mecanismos estaban diseñados y dominados por Occidente. Por lo que, justo ahí, centro el inicio del antagonismo actual del control mundial por las riquezas planetarias. Occidente y aliados, fomentando el capitalismo; Oriente y aliados, fomentando el socialismo. El mejor ícono para este planteamiento se grafica en el propio muro de Berlín.

Predominio de occidente y ¿crisis en el modelo democrático?

El predominio de occidente es indiscutible. Como nos sustenta Celestino del Arenal en una aportación de su visión crítica con respecto a el ‘etnocentrismo de las Relaciones Internacionales’ se matiza la concepción de “occidente” a los postulados estadounidenses.

La no escenificación de las guerras mundiales en territorio de los Estados Unidos, lo convirtió en el principal suplidor de tecnologías, industrias, financiamiento, para los países que si participaban directamente. Esto le dio una ventaja competitiva en términos de estabilidad y riqueza económica. Ventaja que se alineaba a los preceptos fundacionales de esta nación matizado en el “destino manifiesto” y perfeccionadas en el “consenso de Washington”.

Occidente iría dominando todo mientras Oriente procuraba crear un modelo político que le permitiera tener incidencia frente a Occidente, atravesando inestabilidades políticas, económicas y sociales.

Estados Unidos propulsaba su dominios mediante el financiamiento de la reconstrucción de Europa; el apogeo de la industrialización; del comercio global mediante la reducción de las barreras arancelarias con mecanismos como el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT en inglés) y el dólar como moneda universal; liderazgo en la evolución de las innovaciones tecnológicas, patentes y generación de conocimiento; y como lo que ya hemos precisado, dominio de la institucionalidad de la arquitectura financiera internacional. Así consolidaron el predominio económico, militar, financiero, industrial y geopolítico de los Estados Unidos a escala planetaria.

Pero este corolario no era aplicable de manera bondadosa. Lo que significó la colonización para los pueblos de América, en términos equiparables, la democratización en los cánones “occidentales” resultó ser la “patente de corso” que justificaba y justifica, la transgresión de la ‘libre determinación de los pueblos’ en su acepción simple, para “instaurar la democracia” sin menoscabo a que sea mediante invasiones, guerras preventivas, imposición de dictaduras.

Del lado de Oriente también le implica responsabilidades. Nada importa que los principios establecidos en el orden mundial actual sean transgredido por el ‘aliado’. Todo es válido si accedo a tus recursos naturales sin mayores contratiempos. Todo es asimilable  en nombre del antagonismo con Occidente.

En nombre del capitalismo y del socialismo, las tensiones sociales, transgresiones soberanas, han acontecido, acontecen y seguirán sucediendo las mismas atrocidades que intentamos superar desde la multilateralidad.

Hoy en día los lineamientos democráticos del paradigma de la democracia, los Estados Unidos, están en total cuestionamiento. Si analizamos los últimos 30 años de democracia estadounidense Vs. la democracia Oriental, la visión China tiene la misma estabilidad con Xi Yinping, desde marzo del 2013. La visión de la Rusia de Putin tiene la misma estabilidad desde el 1999. Mientras que en Estados Unidos, comparativamente, seis presidentes han llevado turbulentos giros a la visión geopolítica de esta potencia, lo que contrarresta la ventaja de una visión sólida en el tiempo de las potencias de Oriente.

Estamos por vivir un posible desenlace de implicaciones aún no estimables. Rusia y China lideran la contestación contra Occidente, ante los Estados Unidos. Las ideologías económicas han quedado en el antaño romántico de visiones de poder sustituida por un pragmatismo de dominios de dinámicas y puntos geoestratégicos, teniendo a la evolución tecnológica como un reciente empeño.

En el trasfondo Rusia y China pretenden no permitir que los Estados Unidos siga siendo potencia dominante en el Siglo XXI como lo fue en el Siglo XX. Las tensiones se sobreponen al primer cuarto del presente Siglo.

La democracia misma puede que le esté jugando una mala racha a su principal ejemplo paradigmático, los Estados Unidos; y sus fisuras más críticas en sus cimientos de sus predominios mundiales, lo estamos viviendo con la actual administración de Donald Trump.

Los cuestionamientos se imponen ¿para qué ha servido la evolución de una sociedad internacional, mediante acuerdos, tratados, normas, jurisprudencia, consensos, mecanismos y cooperación? ¿Derrumbamos hoy, las bases de la humanidad del mundo libre para las generaciones venideras? ¿Es la ONU una mera espectadora notaria de dicho derrumbe?

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El autor es abogado internacionalista por la Universidad Complutense de Madrid.-

Santo Domingo, República Dominicana