
Acuerdo EE.UU.–UE: lo que realmente está en juego
- 2025-07-29
- Autor: Joan Sebastian
Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron un acuerdo comercial calificado por algunos como el más grande de la historia, pero en realidad se trata más de un marco preliminar que de un tratado consolidado. Los líderes de ambos bloques, el presidente Donald Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, revelaron cifras multimillonarias, promesas de apertura de mercado y reducción de aranceles, aunque muchos detalles siguen sin definirse.
Este pacto, alcanzado tras semanas de negociaciones en Escocia, se perfila como un movimiento clave para redefinir el comercio transatlántico, pero también como una jugada política estratégica, especialmente de cara al contexto electoral y geopolítico actual. ¿Qué dice exactamente el acuerdo? ¿A quién beneficia? ¿Y qué implicaciones tiene para las economías y los consumidores de ambos lados del Atlántico?
¿Qué se acordó exactamente?
De acuerdo con las declaraciones de ambos líderes, el acuerdo incluye las siguientes medidas clave:
- Arancel del 15 % para la mayoría de los productos de la UE que ingresen a EE.UU., incluidos automóviles, productos agrícolas y farmacéuticos.
- Reducción de aranceles por parte de la UE sobre vehículos fabricados en EE.UU. del 10 % al 2.5 %.
- Exención arancelaria total para ciertos productos estratégicos como aviones, componentes aeronáuticos, algunos medicamentos genéricos y productos agrícolas seleccionados.
- Un compromiso de la UE para comprar US$ 750.000 millones en energía estadounidense durante los próximos tres años (gas natural licuado, petróleo y combustible nuclear).
- Inversión adicional europea en EE.UU. por USD$600,000 millones.
Sin embargo, el acuerdo no ha sido aún firmado ni aprobado por los 27 países de la Unión Europea, lo que ha generado escepticismo entre analistas y líderes políticos. Además, no se ha publicado un documento oficial completo, lo que impide verificar el alcance exacto del pacto.
¿Quién gana realmente?
El principal beneficiado político parece ser Donald Trump, quien en los últimos meses ha presionado para concretar varios acuerdos tras adoptar una política de aranceles agresiva. “La UE ha cedido a la mayoría de nuestras demandas”, aseguró en la rueda de prensa posterior a la negociación. Para el mandatario, este acuerdo representa un triunfo diplomático en un momento en que se le critica por su gestión interna y escándalos legales.
Estados Unidos gana, en teoría, en tres frentes:
- Industria energética, con un volumen de exportación sin precedentes hacia Europa.
- Sector automotriz, con más facilidades para colocar vehículos en el mercado europeo.
- Manufactura nacional, al protegerse frente a las importaciones más baratas gracias al arancel del 15 %.
Los mercados financieros también reaccionaron positivamente, con subidas en Wall Street y bolsas europeas, interpretando el acuerdo como una señal de estabilidad frente a la amenaza de una guerra comercial.
Pero también hay perdedores
Aunque el acuerdo evita tensiones comerciales mayores, no todos los sectores están satisfechos.
En la Unión Europea, el nuevo arancel del 15 % impuesto por EE.UU. es visto como una cesión considerable. El sector automotriz alemán, por ejemplo, considera que aunque el arancel se redujo del 27.5 % al 15 %, sigue siendo una carga. La Asociación de Fabricantes de Automóviles de Alemania (VDA) estima pérdidas anuales por miles de millones.
El sector farmacéutico europeo también expresa preocupación. Von der Leyen aseguró que los medicamentos están incluidos entre los productos con arancel reducido, pero Trump dijo lo contrario. Esa contradicción refleja el carácter ambiguo del acuerdo y genera incertidumbre en una industria que esperaba estar completamente exenta de aranceles.
En términos políticos, el acuerdo también ha generado divisiones internas en la UE. Países como Francia y Hungría han criticado el proceso, calificándolo de apresurado y desequilibrado. “Es un día oscuro para la soberanía europea”, declaró el primer ministro francés François Bayrou.
Por otro lado, los consumidores estadounidenses podrían ser los grandes perdedores indirectos. El arancel del 15 % implica que muchos productos europeos costarán más en EE.UU., lo que podría incrementar el costo de vida. Un vino de US$100, por ejemplo, tendrá un impuesto adicional de US$ 15, que casi siempre se traslada al comprador final.
¿Por qué este acuerdo ahora?
Este pacto no se da en un vacío. Tiene un alto contenido estratégico y geopolítico. Por un lado, la UE busca asegurar su seguridad energética tras el deterioro de sus relaciones con Rusia. Por otro, Trump necesita mostrar resultados concretos de su política económica, especialmente con elecciones en el horizonte.
También es una respuesta a las críticas sobre la falta de acuerdos comerciales durante su administración. Durante meses, Trump fue objeto de burlas por no concretar los “90 acuerdos en 90 días” que prometió. Ahora, con acuerdos también anunciados con Japón, Indonesia y Filipinas, puede mostrar una serie de victorias consecutivas.
¿Qué falta por definir?
Aunque la narrativa oficial es optimista, los detalles técnicos aún están en discusión. Falta definir:
- Qué productos exactamente estarán en la categoría “estratégica” libre de aranceles.
- Cómo se implementará el seguimiento de las compras energéticas.
- Qué rol jugarán los parlamentos nacionales de la UE en la aprobación del acuerdo.
- Cómo se resolverán las diferencias legales: actualmente Trump enfrenta demandas judiciales que podrían invalidar su capacidad para imponer aranceles sin autorización del Congreso.
El profesor Douglas Irwin, de Dartmouth College, advierte: “Este no es un tratado comercial en toda regla. Es un pacto político con números grandes, pero de cumplimiento incierto”.
¿Qué implicaciones tiene para el comercio global?
El acuerdo, aun siendo preliminar, representa un cambio de rumbo respecto al orden multilateral basado en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Al negociar directamente con bloques o países, Trump busca crear una red de acuerdos bilaterales, desplazando el modelo de acuerdos multilaterales complejos.
Este nuevo enfoque beneficia a países con mayor poder de negociación, como EE.UU., pero puede generar desequilibrios y fragmentar el comercio global. Además, al depender de decisiones unilaterales (como los aranceles impuestos sin Congreso), crea un ambiente de incertidumbre regulatoria.
El acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea es, por ahora, más un acuerdo político que económico. Aporta señales positivas para los mercados y sirve como victoria estratégica para ambos líderes, pero su implementación será lo que defina su impacto real.
Mientras no se publiquen los textos completos y se ratifique por los parlamentos europeos, este marco sigue siendo un acuerdo en construcción, lleno de promesas y cifras llamativas, pero carente de los elementos jurídicos que hacen que un tratado sea vinculante.
La historia de este acuerdo no está escrita aún. Pero lo que es evidente es que, en un contexto de alta tensión global, los pactos comerciales se han convertido en instrumentos de poder geopolítico, más allá de su función económica.
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