¿Las remesas reducen la pobreza en República Dominicana?

¿Las remesas reducen la pobreza en República Dominicana?

En República Dominicana, las remesas representan un componente crucial del ingreso familiar, con impactos directos en la reducción de la pobreza y la mejora de las condiciones de vida. Según el informe Las remesas a América Latina y el Caribe en 2025, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la recepción de estos envíos permite que familias enteras se desplacen hacia categorías económicas superiores, aunque el beneficio se concentra principalmente en hogares que ya no son pobres o se encuentran en pobreza relativa.

El análisis del papel de las remesas en las economías familiares dominicanas revela que estos flujos actúan como mecanismo de diversificación de ingresos y protección contra la pobreza. Las encuestas de hogares permiten evaluar de manera precisa la situación económica familiar, distinguiendo entre ingresos generados localmente y los provenientes de remesas. En países como República Dominicana, donde las remesas agregadas representan más del 3% del PIB, es posible medir el impacto concreto de estos recursos sobre la pobreza, diferenciando entre categorías de “no pobres”, “pobreza relativa” y “pobreza extrema”.

En la práctica, la inclusión de remesas en el ingreso familiar puede provocar distintos cambios de categoría: algunos hogares no alteran su nivel de pobreza, otros logran superar la pobreza relativa o extrema, y un grupo más reducido asciende de la pobreza extrema a niveles de no pobreza. En República Dominicana, esta dinámica ha permitido que un porcentaje significativo de familias mejore su situación económica, aunque la mayor parte de los beneficios se concentra en los hogares no pobres o en pobreza relativa.

El informe del BID identifica que la tasa de pobreza en los siete países de la región que reciben remesas equivalentes al 3% o más de su PIB varía significativamente. En República Dominicana, el 13.3% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza, cifra inferior a la de países como Honduras (64.2%) o Guatemala (48.1%). Esto indica que la estructura económica y el acceso a oportunidades de empleo formal en el país facilitan que los hogares que reciben remesas experimenten mejoras concretas en su bienestar.

Además, las remesas no solo incrementan los ingresos monetarios, sino que también influyen en condiciones de vida más amplias. Por ejemplo, en países como Guatemala y Honduras, la pobreza extrema se relaciona con carencias en acceso a agua potable, materiales de construcción o educación para niños y adolescentes. En República Dominicana, aunque los hogares en pobreza extrema siguen enfrentando limitaciones, las remesas contribuyen a suavizar algunas de estas brechas, facilitando el acceso a servicios básicos y oportunidades educativas.

El perfil de los hogares receptores de remesas muestra patrones claros. La mayoría de los jefes de hogar son adultos mayores de 46 años, y los hogares más pobres suelen estar encabezados por mujeres. Esto refleja que los hombres migran con frecuencia para enviar dinero a sus familias en el país de origen, mientras que las mujeres gestionan estos recursos para sostener los gastos diarios, la educación de los hijos y otros compromisos. Según el BID, en hogares dominicanos receptores de remesas, la proporción de mujeres como jefas de hogar en pobreza extrema supera el 50%, un indicador consistente con la tendencia regional de la migración masculina para generar ingresos externos.

No obstante, la distribución de las remesas presenta desigualdades notables. En República Dominicana, más del 90% del monto total de remesas se concentra en hogares no pobres, mientras que solo un pequeño porcentaje llega a familias en pobreza extrema. Este patrón se observa en otros países de la región, como Colombia, El Salvador y Guatemala, aunque las cifras exactas varían según el nivel de pobreza y la estructura demográfica de cada país.

En términos de impacto poblacional, los flujos de remesas permiten que millones de personas en América Latina y el Caribe mejoren su situación económica. En los siete países analizados por el BID, más de 4.3 millones de personas elevan su categoría de pobreza gracias a estos envíos; de ellas, más de 1.4 millones pasan de la pobreza extrema a no ser pobres. En República Dominicana, aunque la proporción de personas que transitan desde la pobreza extrema a la no pobreza es menor comparada con México o Honduras, las remesas siguen representando un instrumento relevante de movilidad económica.

El análisis también destaca que los hogares más pobres enfrentan limitaciones para beneficiarse plenamente de las remesas. Migrar y establecerse en otro país requiere recursos que muchas familias de pobreza extrema no poseen, lo que reduce la probabilidad de que reciban envíos. Por lo tanto, los flujos tienden a favorecer a hogares de menor vulnerabilidad, consolidando la diferencia entre quienes ya tienen cierta estabilidad económica y quienes dependen de recursos locales limitados.

Un elemento reciente que puede influir en la dinámica de las remesas en República Dominicana es la implementación de un impuesto del 1% a los envíos desde Estados Unidos, previsto para enero de 2026. Según el BID, este gravamen tiene un impacto monetario reducido y probablemente no afectará significativamente los flujos. Las familias que dependen de estos recursos para cubrir gastos básicos —como vivienda, alimentación y educación— no verán disminuido su nivel de consumo. Es posible incluso que los migrantes incrementen temporalmente los envíos para compensar cualquier costo adicional. Sin embargo, el impuesto podría generar una disminución en los registros oficiales si los envíos se canalizan por vías informales, como el transporte de efectivo por personas que viajan al país de origen, lo que podría invisibilizar parte de las remesas sin afectar necesariamente la cantidad total recibida por las familias.

A largo plazo, la sostenibilidad de los envíos dependerá de factores estructurales. La capacidad de los migrantes para generar ingresos adicionales tiene límites, y si la emigración neta hacia Estados Unidos disminuye o se reducen las oportunidades laborales, el crecimiento de las remesas podría estabilizarse o incluso desacelerarse. En ese escenario, los hogares dominicanos más dependientes de estos flujos enfrentarían restricciones para mantener o mejorar su nivel de bienestar.

El caso de República Dominicana muestra cómo las remesas funcionan como una política informal de mitigación de pobreza, aunque no sustituyen la necesidad de programas públicos que atiendan la pobreza extrema y las carencias de infraestructura y servicios básicos. La combinación de ingresos externos y políticas locales puede maximizar los efectos positivos sobre la movilidad económica y la reducción de desigualdades.