
¿Qué protegen las áreas más restringidas de RD?
- 2025-09-01
- Autor: Joan Sebastian
La República Dominicana cuenta con zonas de protección estricta, espacios donde la presencia humana es mínima o inexistente y cuyo fin es preservar procesos ecológicos vitales y especies únicas del país. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estas áreas representan el nivel más alto de conservación, y en el territorio dominicano abarcan miles de hectáreas de bosques, matorrales y pastizales. Pero, más allá de un mapa, ¿qué significan realmente para la biodiversidad, la vida cotidiana y los compromisos ambientales del país?
Los “santuarios” naturales del territorio
La mayor área de protección estricta es Loma Charco Azul, al sur del Lago Enriquillo, con 174 km² de bosques y matorrales que sostienen la estabilidad ambiental de toda la región. En el Cibao Nordeste, Loma Quita Espuela protege 72 km² de ecosistemas boscosos que aseguran conectividad ecológica. Otras zonas clave son La Salcedoa, Las Neblinas y Ébano Verde, todas con superficies que oscilan entre los 30 y 40 km² y que funcionan como refugios para especies endémicas y hábitats críticos.
De acuerdo con los datos más recientes publicados por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) en la primera edición de
Caracterización de Áreas Protegidas Terrestres de la República Dominicana: un análisis georeferenciado, 2025, el 68.9% del suelo en estas áreas está cubierto por bosques, principalmente latifoliados, de coníferas y secos. Les siguen matorrales (17%) y pastizales (11.9%), que actúan como corredores biológicos. Incluso se han detectado pequeños porcentajes de cultivos —cacao y café— en sistemas agroforestales, lo que muestra que estas zonas también integran usos sostenibles que no comprometen la integridad de los ecosistemas.

protección estricta, 2022
Intervención humana: mínima y controlada
En contraste con otras categorías de conservación, la huella humana aquí es casi inexistente: apenas un 0.02% de asentamientos vinculados a vigilancia o investigación. “Estas áreas son el núcleo más estricto del sistema nacional de conservación”, explican técnicos del Ministerio de Medio Ambiente, subrayando que su valor no solo es ecológico, sino también estratégico para cumplir los compromisos internacionales, como la meta 30×30 del Marco Global de Biodiversidad.
Proteger estos espacios no es un lujo, sino una estrategia frente a desafíos actuales: garantizan agua limpia, ayudan a capturar carbono en la lucha contra el cambio climático y resguardan suelos que sostienen comunidades enteras aguas abajo. Sin ellas, los impactos de la deforestación, la erosión o los fenómenos extremos serían mucho más severos para la población.
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