
Haití: el país más pobre y el más fecundo de América Latina y El Caribe
- 2025-06-12
- Autor: Nairobi Viloria
Supera los 2,7 hijos por mujeres; mientras otros países como Chile y Cuba ya caen por debajo de 1,5: una transición desigual que redefine el futuro.
Santo Domingo.- América Latina vive una sostenida caída en sus tasas de natalidad, un fenómeno que, aunque no es uniforme entre países, ya plantea serios desafíos para el desarrollo económico y social de la región.
Según datos recientes publicados por la empresa española Statista, basados en cifras del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Haití encabeza la lista de fecundidad en América Latina con 2,7 hijos por mujer, mientras que Uruguay, Chile, Cuba y Costa Rica se sitúan en el extremo opuesto con apenas 1,5 hijos por mujer.
Países como Paraguay, Guatemala y Honduras aún registran tasas de fecundidad superiores a 2,3 hijos por mujer, manteniéndose por encima del nivel de reemplazo generacional, estimado en 2,1 hijos por mujer.
En comparación, la República Dominicana se ubica en un nivel medio, con una tasa aproximada de 2,2 hijos por mujer, cercana al promedio regional.
En el otro extremo, naciones como Argentina (1,9), México (1,8) y Brasil (1,6) ya presentan tasas por debajo del nivel de reemplazo, reflejando una tendencia demográfica que, según expertos, responde a diversos factores: mayor acceso a anticonceptivos, retraso en la maternidad, cambios en las aspiraciones familiares y mejoras en el nivel educativo de las mujeres.
“Cada vez cuesta más tener hijos”
En una entrevista exclusiva para Te lo Explico News, José Miguel Guzmán, presidente de NoBrainerData y exjefe del Área de Población y Desarrollo de la División Técnica del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), explicó que esta caída en la fecundidad está profundamente vinculada al “encarecimiento del costo efectivo y del costo de oportunidad” de tener hijos.
“Esto está relacionado con un cambio en la demanda de fuerza laboral, cada vez más calificada. A medida que las mujeres acceden a más educación y mejores salarios, cada hora dedicada a la crianza representa un costo de oportunidad mayor”, sostuvo.

Guzmán añadió que las familias tienden a sustituir cantidad por calidad: “tener menos hijos, pero invertir más en su formación, salud y bienestar”. Cuando los ingresos no crecen al ritmo del costo de criar un hijo, la demanda de hijos se reduce.
Políticas públicas como guarderías asequibles, licencias parentales y horarios laborales más flexibles pueden aliviar esa carga, pero si el balance entre costo y beneficio sigue siendo desfavorable, la fecundidad continuará en descenso.
El especialista también citó como factores clave el uso generalizado de anticonceptivos, la legalización del aborto en algunos países, la baja mortalidad infantil y los sistemas de pensiones que reemplazan la “necesidad” de tener muchos hijos para garantizar cuidados en la vejez. Además, normas culturales que priorizan el desarrollo personal elevan el estándar emocional y financiero de lo que implica criar un hijo.
Impactos económicos: menos jóvenes, más presión fiscal
Consultado sobre las implicaciones de este fenómeno, Guzmán advirtió que “si varios países de la región ya están por debajo del reemplazo generacional, eso significa que su población comenzará a reducirse o a envejecer más rápidamente, a menos que haya una inmigración suficiente que lo compense”.
Una población más envejecida y una fuerza laboral más reducida suponen un aumento de la carga de dependencia y del gasto público en pensiones y salud. Con menos jóvenes ingresando al mercado de trabajo, la oferta laboral podría estancarse o disminuir, lo que afecta directamente el crecimiento económico.
Según Guzmán, esto requerirá reformas urgentes en sistemas de pensiones, tributación y servicios de cuidados. “La ventana para actuar es limitada. Cuanto más se retrase la adaptación, más severo será el ajuste”, advirtió.
El experto también mencionó que la transformación demográfica impactará el consumo. “Se orientará cada vez más hacia servicios para adultos mayores, mientras sectores como educación y productos infantiles perderán dinamismo”.
A nivel familiar, el cambio también es profundo: “las redes de apoyo tradicionales se reducen; hay menos hijos y nietos por adulto mayor, lo que aumenta la necesidad de cuidadores profesionales y encarece los cuidados”, explicó.
Haití y República Dominicana: dos trayectorias diferentes
En su conversación con Te lo Explico News, Guzmán también abordó el contraste entre Haití y República Dominicana. Aunque ambos países comparten una geografía, su evolución demográfica ha sido distinta.
“La brecha de fecundidad se ha reducido mucho. Hacia 2015, Haití tenía una tasa de 3,0 hijos por mujer, y República Dominicana, de 2,43. Hace décadas, la diferencia era mucho mayor”, apuntó.
Incluso, mencionó que antes de 1970, la fecundidad dominicana era superior a la haitiana, impulsada por una alta fecundidad adolescente. Si bien los datos recientes sobre Haití son limitados, Guzmán consideró probable que su tasa haya disminuido aún más por efecto de la crisis económica, la inseguridad y la emigración masiva de jóvenes.
República Dominicana: aún hay tiempo para actuar
Respecto a los desafíos inmediatos, Guzmán afirmó que República Dominicana aún cuenta con una ventana demográfica que puede aprovechar si prioriza la inversión en capital humano.
“El país ha logrado avances importantes en salud y reducción de pobreza, pero persiste una gran deuda en educación. La calidad sigue siendo baja y hay una fuerte desigualdad”, puntualizó.
El especialista recomendó que la estrategia debe incluir la recapacitación de personas mayores de 60 años, para que sigan aportando económicamente, y políticas activas para atraer talento extranjero calificado, especialmente en sectores donde ya escasea la mano de obra local.
Haití: sin estabilidad, no hay transición demográfica
Sobre Haití, Guzmán fue claro al señalar que “el problema no es solo la fecundidad alta, sino la falta de estabilidad política y capacidad institucional”. Según su análisis, si el país no logra garantizar servicios básicos, educación de calidad y oportunidades de empleo, cualquier transición demográfica será precaria y prolongada.
“Una menor fecundidad puede aliviar algo la presión sobre los servicios públicos, pero no cambiará la situación de fondo”, advirtió.
Y concluyó: “Haití es un pueblo emprendedor que todavía no ha tenido la oportunidad de mostrar todo su potencial. Una mayor estabilidad allí ayudaría a reducir tensiones en la región y a abrir una nueva etapa de cooperación. Porque para eso están los vecinos, ¿no?”
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