
¿Cómo nació la bachata y por qué el mundo baila al ritmo dominicano?
- 2025-08-01
- Autor: Joan Sebastian
La bachata, nacida en los márgenes de la sociedad dominicana durante la década de 1960, ha recorrido un extenso camino desde su asociación con burdeles y clases populares hasta convertirse en un fenómeno global. Hoy suena en ciudades como Viena, El Cairo y Sídney, es enseñada en academias de baile en Estados Unidos y Europa, y ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Pero ¿qué explica este giro radical en la historia de un género antes estigmatizado?
La bachata nació en el campo dominicano, donde la guitarra era testigo del dolor de las clases trabajadoras, y creció en los barrios marginales de Santo Domingo, marcando la vida de los que sobrevivían en la periferia del poder económico y social. Su nombre, originalmente usado para referirse a “jolgorio” o “fiesta”, fue cargado con una connotación negativa por las élites dominicanas, quienes asociaban el género con la pobreza, la promiscuidad y la marginalidad.
La primera grabación de bachata data de 1962, apenas un año después del asesinato del dictador Rafael Trujillo. En un país que intentaba reinventarse tras más de tres décadas de autoritarismo, la música también buscaba una nueva voz. Según el Instituto de Estudios Dominicanos de CUNY, la bachata sirvió como una crónica emocional del pueblo: hablaba de amor, abandono, migración y supervivencia. A pesar del desprecio de los medios tradicionales, una emisora local, Radio Guarachita, le dio plataforma al género durante años, ayudando a consolidar su sonido y público.
Durante las décadas de 1970 y 1980, la bachata enfrentó censura social. Letras como las de Blas Durán en “El naranjero”, que utilizaban lenguaje explícito y metáforas sexuales, alimentaban su mala fama. No obstante, artistas como Leonardo Paniagua y Luis Segura trataron de dignificar el género llamándolo “música de amargue”, en un intento por destacar su valor sentimental y narrativo.
Fue en los años 90 que la bachata comenzó a romper fronteras. Juan Luis Guerra, con el álbum Bachata Rosa, vendió más de cinco millones de copias y ganó un Grammy, abriendo paso a una nueva apreciación del género. Al mismo tiempo, la migración masiva hacia Estados Unidos, especialmente al Bronx, facilitó la evolución de la bachata hacia sonidos más urbanos. El grupo Aventura y su líder Romeo Santos fusionaron la tradición con el R&B y el hip hop, conectando con nuevas generaciones y convirtiéndose en íconos internacionales.
El éxito global de la bachata no ha parado. En 2019, la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Hoy se enseña y se baila en escenarios tan diversos como Los Ángeles, Viena o Shanghái. Ha dado lugar a variantes como la “bachata sensual” en España, o la “bachata moderna” en Nueva York. Artistas no dominicanos, como Prince Royce y Leslie Grace, también la han reinterpretado, mientras figuras como Andre Veloz le abren espacio a las voces femeninas en un género históricamente dominado por hombres.
La bachata, como el blues en Estados Unidos o la ranchera en México, es más que un estilo musical: es memoria colectiva. Es la voz de quienes vivieron en los márgenes, pero también de una diáspora que, al migrar, llevó consigo su cultura y la convirtió en arte universal. En palabras del investigador del Instituto de Estudios Dominicanos, “la bachata ofrece una ventana reveladora a las verdades emocionales y cotidianas de los dominicanos pobres y negros”.
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